En un espectáculo tan suspicaz y elegante como lo es el de escribir, redactar y liberarse deslizando palabras sobre algún espacio, es destacable y maravilloso cuando las mismas son expuestas de manera original, creativa, y sorpresivamente particulares. Hecha esta aclaración me resulta ya más cómoda la redacción debido a que se evita a toda costa el lenguaje vulgar cotidiano al que estamos acostumbrados, para poder por cinco minutos vivir y disfrutar de una agradable lectura como si fuera el atardecer en una playa, o mejor dicho como si estuviéramos en ella, sentados sobre la arena blanca, mirando hacia el sol en busca de una sonrisa, y encontrándola retomamos la lectura.
Mientras el humo de algún marlboro baila sobre el aire empiezo a creer que todavía todo es posible, que no existió el vestigio que tan solo fue una alarma, que si existe Dios y que a veces hablamos con el y la vida, sentados en una ronda de café y riéndonos del diario, empiezo a pensar y a sentir el hecho de que vivir fue una de las glorias alcanzadas más altas y con eso una gran parte basta. Es que de hecho cuando se vuelve del infierno los pies, que en una instancia estuvieron quemados por la brasas, de a poco van desprendiendo alivio, hasta el fuego agobiante de la insoportable autodestrucción se va durmiendo hasta consumirse totalmente, y con las cenizas descansando sobre el suelo nunca hay que confiarse porque quizás de todo ese fuego muerto hallase oculto inpercibible un resto que pueda nuevamente encender lentamente las llamas.
He estado allí donde nada es divertido, y he decidido. He escuchado los silencios más atormentantes y he hablado. He visto las imágenes más antiguas renacer como el fénix y he cicatrizado. He girado sobre mi propio eje hasta marearme por completo y he decidido parar. He visto mi rostro propio romperse como la cerámica más frágil y he continuado.
Allí donde nada es divertido lamentablemente, por relatividad del tiempo, un segundo puede durar meses, y un hombre puede significar un arma letal inmanente. En ese lugar el tren no pasa, ni los autobuses, ni los taxis, ni los trenes ni metros, la única manera de movilizarse es caminar aunque el paso sea dificultoso y la carrera sea larga. Vi tantos rostros en sustantivos abstractos distorsionados, soledad, felicidad, libertad, independencia, y otros tantos que ya no recuerdo, que cuando cerré la puerta opte por retenerme el saludo y evitar la mirada fotográfica final, opte por mirar adelante.
Dedicado a Castro Juan: "...Estuve dando un par de vueltas por el infierno..."
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