Es como ser el gran campeón inverso, es como ser un latino en el bronx de Detroit, demasiado negro para ser blanco, demasiado blanco para ser negro, es como ser la mentira más viva hecha piel y hueso, es como ser muy blando llorar y muy fuerte para pronunciar una palabra sincera. Las manos se envuelven, se enredan sobre el teclado pero nunca llegan a encontrarse entre ellas, que metáfora tan apropiada, casi sin quererlo, es sin embargo virtud de los campeones inversos el hecho de levantarse, o por lo menos intentarlo, aunque se muerda el polvo, se lamente, se mire el sol con descaro y rabia, aunque a veces el suelo sea cómodo, es virtud igual el hecho de animarse a hacerlo, tal vez no de la manera en que lo haría un héroe, quizás de la manera en que lo hace un cobarde de la vida.
Esa sensación tan detestable de la mirada marginadora, del tono de lastima, del trato de un enfermo inútil y descartable, como una palmada en el hombro que mas que transmitir apoyo, transmite burla y desprecio, y es que es esa la palabra “desprecio” el aprecio revoleado por los aires ante una realidad que los campeones inversos no perdimos, si no que por el contrario nunca creímos haberla luchado, y en esa lucha en un cuadritalero totalmente dinámico, los guantes rojos de nuestro adversario chocan violentamente sobre nuestra mejilla, provocando que el rostro gire hacia un costado, y desde el publico es tanta la risa, tanto el desprecio, la desvaloración del sujeto despojado de todo lo que alguna vez fue, de todo lo que alguna vez hizo, de todo lo que alguna vez dijo, es como si el publico siempre exitista, siempre se olvidara, y nos anulara, se que las apuestas están uno a un millón, si que lo se, y es eso lo que me motiva, lo que me produce esa risa violenta donde los músculos faciales se contraen como si clamaran una venganza fria y sutil, hacia ese publico que siempre espera ver la cabeza rodando cuando la guillotina cae, es esa sensación de enfrentamiento de desafio tenaz la que alimenta el cuerpo y la mente en señal de puedo levantarme, puedo ganar otra vez el gran cinturón dorado, y cuando al fin lo halla logrado no necesitare mas ya no del publico nefasto, incoherente, ironico, aquel que me miro con aire de pena, con aire de grandeza, que me apostó en las victorias y retomo la direccion en las derrotas. No más ya no el público, solo yo y mis guantes azules como la sangre de los reyes, mis victorias las quiero disfrutar estas vez yo. Ya basta de los vestigios del mundo real, si una pieza de jazz tan suave como la que suena en este momento puede devolverme la sinceridad tan dulce y el abrazo mas afectuoso, no ya no…
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